miércoles, 18 de junio de 2014

Ascensión al Moncayo ( 2314 mts) 24 de Mayo


" Un tulipán no trata de impresionar a nadie. No se esfuerza en ser diferente de una rosa. No tiene que hacerlo. Es diferente. Y hay sitio en el jardín para cada una de las flores." Marianne Williamson

Aquí estamos, en el santuario de la Misericordia de Borja (sí el del Ecce Homo ). Hemos alquilado un albergue para celebrar una fiesta sorpresa por el cuarenta cumpleaños de una de nuestras amigas. Somos una tropa de gente, medio ejercito, que nos conocemos desde que tenemos 9 años o menos la mayoría. Algún otro se ha sumado más tarde, amigos de la universidad, conocidos del fútbol... Entre amigos, parejas y niños sumamos más de 40 personas. Un grupo heterogéneo pero con unos valores y una manera de funcionar y de ver lo importante de la vida muy similar. No en vano la mayoría nos conocimos en un grupo Scout cuando éramos niños.
Y aquí es donde radica lo especial de esta ascensión. Uno de mis amigos, Yogui (ese es su apodo desde niño) siempre ha sido un poco diferente. Tiene una pequeña minusvalía psíquica que nunca le ha impedido ser esa gran persona que es. Pero que en algún aspecto de la vida le ha limitado, como es obvio. Una de sus montañas deseadas era el Moncayo. Y lo ha intentado a lo largo de su vida. De pequeño, donde cuentan los monitores de la época, que también son amigos ahora, se quedó en una piedra en el circo y no quiso andar más. Otro par de veces en otoño/invierno pero la nieve y el mal tiempo nos han echado para atrás.
Es un buen montañero, valiente y sufrido, generoso, sincero, buen amigo y persona, como hay que ser. Como pocos o ninguno de los que se dicen "normales". Pero no tiene la capacidad de planificar y realizar este tipo de actividades por si sólo. Y ahí entramos sus amigos en juego desde pequeños.
Esta vez vamos a ser Isabel y yo los que lo guiemos y apoyemos en la subida y los que le demos ánimos en la bajada.

Salimos no demasiado pronto de Borja. La ascensión nos la sabemos de memoria y entre Isabel y yo no sumaremos menos de 25 ascensiones a esta emblemática cumbre del sistema Ibérico. Estrenamos coche, si nos habéis seguido anteriormente el Clio, ese gran vehículo de carga todoterreno ha pasado a mejor vida y nos hemos comprado un crossover, que nos va a hacer un gran papel en los años venideros. La subida al Santuario se hace amena y divertida. Un café, nos equipamos y para arriba. El día es malo, niebla, frío y un poco de aire. La meteo marca temporal a partir de la tarde, y se ve a lo lejos el manto de nubes que se acerca, pero creemos que nos va a dar tiempo. Aunque nos sabemos el monte de memoria llevamos el GPS con los tracks cargados  que la niebla puede ser muy traicionera. Y dicho esto comenzamos la subida siguiendo las marcas hacia el circo de San Miguel.


La subida es un canchal de piedras, pero con el sendero bien marcado. No hay perdida. Pero es recomendable no coger "atajos" por la erosión. En otros parques naturales está sancionado y con razón. Subimos cantando y hablando. Dandole ánimos a este gran trekker que nos pregunta cosas sobre peña Telera y el ibón de piedrafita. Se va a pasar unos días allí en verano con otro amigo.
En un plis plas estamos en el collado de San Gaudioso y las nubes y la niebla se han quedado todas en la vertiente aragonesa. Ancha es castilla y desde aquí arriba se aprecia más. Nos ponemos los chubasqueros para cortar un poco el aire y seguimos rumbo a la cima más alta del macizo del Moncayo, la cima de San Miguel. Esta vez también nos acompaña nuestra fiel perra Linda, que se estrena en el mundo de las cimas de más de 2000 mts.


Unas fotos y el abrazo típico de cima y corriendo al collado de San Gaudioso a protegernos del viento y repostar algo de comida. Avellanas, chocolate, orejones... Nos ponemos las botas los cuatro y emprendemos el descenso. Estamos tan felices. La bajada se le hace un poco pesada a Yogui, pero poco a poco avanzamos en la buena dirección. Estoy tan orgulloso de mi amigo.
La tormenta se echa sobre la cima del Moncayo, sin embargo abajo desaparece la niebla y aunque el día no es resplandeciente nos da una pequeña tregua hasta el coche.


No os puedo expresar con palabras la sensación de orgullo y felicidad que me embargaron en ese momento. En ese mismo sitio es donde hace un año me arrodillé ante mi compañera de vida. Que está a mi lado como en todas las demás ocasiones. Qué hubiera sido de mi sin ti quiti. Nuestro perro nos acompaña como una leona en esta ocasión. Y tú, Yogui, sé que no leerás esto seguramente, pero aunque no te lo digamos ninguno muchas veces te queremos. Eres una parte importante de nuestra vida y por qué no decirlo, de nuestra familia. Con tu forma de ser haces que saquemos lo mejor de cada uno de nosotros.
Mucha parte de culpa de que seamos un grupo de amigos tan unido y hayamos seguido juntos tanto tiempo la tienen nuestros monitores de pequeños y amigos de ahora. Gracias por todo esto. Vosotros sabéis quienes sois :)
Espero volver a repetir pronto algo parecido y ver en mi amigo la cara de satisfacción y de emoción al llegar a algún sitio que desea. Siempre alegres!

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