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viernes, 6 de junio de 2014

Ascensión a la Tuca Blanca (2322 mts) 11 de Mayo de 2014.


" La mejor manera de empezar algo es dejar de hablar y comenzar a hacerlo". Walt Disney.

Y he aquí que estamos otra vez dispuestos a rematar lo que parece el penúltimo día de esquí de montaña. Esto del esquí es como las cervezas... que hay de tres tipos: La primera, la siguiente y la penúltima. Va a ser una mañana fría y desapacible, pero esta vez por terreno conocido. La nieve no se espera muy buena pero intentaremos disfrutar de lo lindo con esta actividad, como siempre.
Ya van quedando menos oportunidades de ir mejorando técnica e ir acostumbrándonos a los nuevos equipos. Yo hoy estreno botas de mi número!. Parece que si tienes un pie pequeño como el mio, talla 27, puedes elegir entre todos los modelos a precios de ganga. Me he decantado por unas dynafit One Px, puesto que a Isabel las suyas le van muy bien y ya he probado la horma de Dynafit. Además hacen juego de color con el resto de material jejejejejeje. Antes muerta que sencilla :P


Llegamos a Villanúa, alquilamos las focas para Isabel en deportes Azus, os prometo que ya tenemos encargadas las nuestras. Despues de tomar un café para templarnos subimos al estacionamiento de Candanchú. Hoy no veremos a nadie. El día es ciertamente desapacible, con aire y niebla. Bromeamos con que parece Mordor pero aún así ni la meteo, ni las condiciones, ni Sauron van a echarnos atrás. Nos equipamos y avanzamos rumbo a la rinconada. De momento a pie, pero pronto nos vamos a poder poner los esquíes y subir cómodamente por la pista hasta el collado de Tortiellas. Aquí queda poca nieve, apenas una lengua de 1 metro de ancho que nos vale para subir con relativa facilidad foqueando, pero que luego en la bajada hará que saque mi disfraz de gallina jejejejeje.


Un pequeño flanqueo nos sitúa en la ruta de subida por la pista de la Tuca Blanca. Las nubes nos siguen engullendo y hace calor a ratos, cuando no pega el aire. La nieve está muy muy transformada pero hay en cantidad. La subida la vamos haciendo a buena marcha y relajados. Después de las lecciones de vueltas María somos ya nivel iniciado y las realizamos con soltura. En poco rato estamos en el collado. Dejamos las tablas clavadas y subimos haciendo huella sin crampones. Isabel me comenta que se nota que me siento más cómodo subiendo por las palas y las rocas sólo con las botas, que con los esquíes. Ya iremos mejorando. La niebla nos rodea y no se ve nada. Así que ascendemos un poco por la cresta y cuando nos cansamos nos damos la vuelta. Supongo que estábamos a minutos de la cima, pero francamente da lo mismo porque no hubiéramos disfrutado de la panorámica del Aspe que era un poco el objetivo.


Volvemos donde hemos dejado el material, con cuidado, y aprovechamos para comer y beber algo. Nos abrigamos. Hace frío en el collado, tan alto y tan expuesto. Tras un breve descanso preparamos el material para descender. Ahora viene lo malo. Hay días en los que uno está más suelto y otros que francamente no se debía de haber levantado de la cama. Este fue de los segundos sin duda. Al principio miedo e inseguridad, pero poco a poco voy cogiendo soltura. Hasta a ratos disfruto algo. Lo bueno que tiene el skimo es que en un periquete te plantas abajo. Y así rápido llegamos de nuevo al flanqueo para no tener que hacer transición hacia el collado de tortiellas. Momento crítico. Los esquíes adquieren vida propia y deciden por un momento no seguir el mismo rumbo. Uno decide hacer lo correcto y el otro encararse a la pendiente. Por unos segundos me veo abajo del todo. Se me dispara la adrenalina. Controlo la situación pero ya no me gusta esto de no estar firmemente plantado en el suelo. Llego al collado como puedo y veo de nuevo la lengua de nieve, la delgadísima linea blanca... No hay duda tengo que armarme de valor... Y lo hago, me quito las tablas y valerosamente bajo con ellas en la mano hasta donde me vuelvo a sentir cómodo. 
A partir de este momento tengo que luchar en cada giro contra un bloqueo mental. Isabel me intenta ayudar pero soy terco como una mula y necesito salir de ese estado yo solito. Me mentalizo y sigo para abajo. En cuatro giros me vuelto a sentir seguro y el descenso hasta donde acaba la nieve lo hago bastante bien, incluso por zonas más difíciles y expuestas, pero el cerebro es el músculo más fuerte y ya ha vuelto a funcionar correctamente. Incluso me doy el lujo de hacer tres saltos para girar, por lo que pueda pasar en un futuro no muy lejano no vaya a ser que necesite hacer algo parecido.
Isabel disfruta como siempre del descenso, en cuanto le enseñen alguna técnica más y coja un poco de práctica no voy a poder seguirla (bueno ya no puedo jajajajajaja). En esto ella es la que si pasa algo malo tendrá que sacarnos las castañas del fuego. 
Nos quitamos las tablas y emprendemos el descenso hacia el coche. En ese momento el día nos regala diez minutos de sol que disfrutamos y nos suben el ánimo un poco más si es posible.


Las botas han respondido bien aunque me presionan levemente en el empeine izquierdo, tendré que termoformar el botín para las proximas nieves. Llevo en mente hacer otra salida más antes de cerrar la temporada, no me puedo quedar así. Quizá algo más largo y grande, pero con alguien que nos lleve de la manita jejejejejeje.
Un saludo a todos y buen monte!.

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